Una impresión ampliamente compartida es que el mundo está en una nueva era de contornos difusos, a la que generalmente se la conoce como de Competición Estratégica, denominación generalizadora de lo que la US National Security Strategy (2017) calificó como “Competición entre Grandes Potencias”.
Sin embargo, la nueva situación se desarrolla con una incertidumbre sin precedentes producto natural de la amplia complejidad del sistema internacional. La competición inicial entre China y Estados Unidos se expandió desde la pugna comercial a la de la alta tecnología, a las estrategias regionales y a dos modelos diferentes de desarrollo desde diferentes perspectivas. El hecho de una geopolítica entrelazada con la tecnología es la base de la pugna subyacente entre China y Estados Unidos que exacerba la competición directa entre las dos potencias por el control de las reglas, normas e instituciones que regirán las relaciones internacionales en las próximas décadas. El carácter geopolítico de la competición, involucra a aliados, socios y demás estados, por ambas partes.
Por primera vez en más de tres décadas, Estados Unidos y sus aliados se enfrentan a un desafío sistémico de rivales autocráticos que buscan llenar el vacío dejado por un percibido orden liberal basado en normas. Se alude como estimación valorativa para este asunto una cita del presidente estadounidense Joe Biden, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero pasado, al referirse a la situación mundial como un debate fundamental entre «los que sostienen que la autocracia es la mejor manera de avanzar» y «los que entienden que la democracia es esencial para enfrentar los desafíos actuales»[1].
En pocas palabras la situación podía describirse como aquella en la que en el bando autocrático, China es progresivamente más poderosa y Rusia más asertiva a la hora de configurar un nuevo sistema global. Cada una desde sus intereses, pero cada vez más alineadas a medida que coinciden en sus estrategias ofensivas para expandir su influencia. Las democracias optan por una actitud aparentemente defensiva mientras tratan de gestionar estas amenazas globales, al mismo tiempo que se enfrentan a un deterioro de sus fundamentos políticos y sociales, con electorados profundamente polarizados y una creciente disfunción política ejemplo de ello pueden servir los Estados Unidos con la ideología Social Justice, Francia con divisiones civiles y culturales, el Reino Unido poniendo en duda su unión, Alemania sin perder de vista al Este o una España inane y muy vulnerable.
Los desafíos planteados por China y Rusia están estableciendo los términos para la “Competición Estratégica”, una nueva pugna entre democracias y autocracias que, probablemente, será el contexto del futuro previsible. Dos características comunes se apuntan en los esfuerzos chino-rusos por sustituir el orden basado en normas. La primera es el empleo de la coacción económica y diplomática para presionar a otros estados, particularmente los situados en sus periferias, para que acepten sus preferencias políticas; la segunda es el uso de la desinformación para tratar de influir en los resultados de los procesos electorales en las naciones democráticas.
A pesar de los intereses a menudo contrapuestos, China y Rusia están cada vez más alineadas. Efectúan ejercicios militares conjuntos, colaboran en el desarrollo de capacidades cibernéticas y en la coordinación de sus posiciones en foros internacionales. Si bien es poco probable que lleguen a formar una alianza sólida y de confianza en el corto plazo, los lazos entre las dos potencias están creciendo en, prácticamente, todas las dimensiones.
Actualmente existe una contradicción entre las relaciones de poder en el ámbito internacional y la vigencia real de las instituciones internacionales establecidas tras la Segunda Guerra Mundial, que tenían como finalidad la posibilitación de la cooperación mundial y que se han visto socavadas por su incapacidad para lograr un consenso sobre los principales desafíos de seguridad mundial. La voluntad de China y Rusia de bloquear la acción del Consejo de Seguridad, con la connivencia de hecho de los otros tres miembros, anulan sus funciones.
Para posicionarse ventajosamente en esta nueva era, los Estados Unidos, sus aliados y socios democráticos necesitarían nuevos procedimientos para fortalecer la cooperación en organismos, formales e informales, que sean adecuadas para su propósito y reflejen la evolución de la distribución mundial del poder y la naturaleza de los desafíos actuales. Si bien muchas instituciones y organizaciones creadas después de la Segunda Guerra Mundial, incluida la OTAN, siguen desempeñando un papel importante en la convocatoria de democracias, otras, como el Grupo de los Siete (G7), requieren adaptación para abordar los desafíos del mundo actual. Estados Unidos y sus aliados necesitan actualizar las entidades existentes o crear otras nuevas para facilitar una cooperación más eficaz entre las democracias del mundo.
El Scowcroft Center for Strategy and Security de The Atlantic ha publicado FROM THE G7 TO THE D10: strengthening democratic cooperation for today’s challenge plantea un sistema propuesto por el Reino Unido en el que las denominadas “democracias líderes” desarrollar enfoques estratégicos comunes que aúnen su influencia colectiva para enfrentar los desafíos actuales. Con este fin, el documento propone unas Diez Democracias formales (D10) destinadas a fomentar la coincidencia de la acción estratégica y la coordinación entre un grupo de estados influyentes con intereses afines.
El D10 podría servir para impulsar un enfoque de poder para contrarrestar la “amenaza autocrática” planteadas por Rusia y China. Puede forjar una iniciativa tecnológica para desarrollar normas y estándares comunes para tecnologías avanzadas y cadenas de suministro más resilientes.
El D10 proporcionaría un marco permanente para las consultas de nivel estratégico, facilitando la colaboración en los desafíos más importantes a los que se enfrenta el sistema mundial. Puede servir para impulsar un enfoque común con el que contrarrestar la percibida amplia gama de “amenazas autocráticas” planteadas por Rusia y China. Puede establecer una alianza tecnológica para fortalecer la cooperación tecnológica, las normas y los esfuerzos de establecimiento de normas. Un D10 puede organizar estrategias colectivas para contrarrestar el autoritarismo y promover la gobernabilidad democrática. Y puede facilitar un enfoque común de la proliferación nuclear por parte de Irán y Corea del Norte, y coordinar estrategias de defensa e inversiones militares en todo el mundo libre.
Se estima que para que sea eficaz, el D10 se basaría en un número relativamente pequeño de miembros. Un grupo de diez —o, hasta un máximo de doce o trece— miembros permitiría un compromiso posible y significativo entre las potencias democráticas sobre desafíos estratégicos. El informe justifica el criterio elitista en que es mejor mantener un grupo pequeño y con interese alineados para facilitar un consenso significativo, en lugar de expandirse demasiado rápido y arriesgarse a diluir los esfuerzos.
Las “necesidades” para tener éxito, que según el informe justifican el D10, se deducirían de los desafíos estratégicos más destacados que enfrenta el “mundo democrático”:
- Coacción autocrática. Consiste en el diseño e implementación de una estrategia para responder a los retos económicos, diplomáticos y de gobernanza que plantean China y Rusia.
- Cooperación tecnológica. Esfera prioritaria fundamental para el D10, que puede servir para facilitar la cooperación en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías como elemento definitorio de la Competición. El D10 podría elaborar un programa estratégico común sobre cooperación tecnológica. Puede servir como un grupo central de ‘tecnodemocracias’ para ayudar a poner fin a la dependencia estratégica de rivales autocráticos de tecnologías críticas sensibles.
- Compromiso comercial y económico. El D10 podría centrarse en el desarrollo de una nueva arquitectura innovadora. El resultado sería un acuerdo sobre una agenda compartida para rediseñar las instituciones económicas mundiales.
- Proliferación nuclear. El resultado sería un acuerdo sobre una estrategia coordinada para Irán, y una estrategia separada para Corea del Norte.
- Promoción de la democracia. El resultado sería una nueva estrategia coordinada que priorice el apoyo a los grupos prodemocráticos y presión sobre los gobiernos autoritarios para implementar reformas democráticas.
- Cooperación climática. El D10 debería centrarse en las soluciones a la crisis climática. El progreso sostenible en materia de cambio climático requerirá un acuerdo entre todos los principales emisores, incluida China.
El Reino Unido ha sido el promotor de la iniciativa D10, aunque la hipotética constitución no podrá materializarse sin el liderazgo de los Estados Unidos. Como expone el informe del Scowcroft Center, para la administración Biden, el D10 ofrece un nuevo paradigma para el liderazgo estadounidense: tratar a los aliados más potentes como socios centrales en la configuración de un orden global que refleje intereses e ideales comunes. El cambio desde las tradicionales organizaciones internacionales a una asociación de “potencias capaces”, puede indicar toda una tendencia elitista como rasgo del “orden” futuro. Una jerarquización de democracias.
[1] https://www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2021/02/19/remarks-by-president-biden-at-the-2021-virtual-munich-security-conference/. President Biden’s remarks on the autocratic challenge liberal democracies are facing were echoed by many European leaders speaking at the the MSC Special Edition. See Tobias Bunde, “Beyond Westlessness: A Readout From the Munich Security Conference Special Edition 2021,” Munich: